Skip to content

Despedida

Vosotros, y quienes callo, habéis sido el tiempo azul.

La observación es de Nancy, pero es acervo compartido: tras la pieza musical, se hace el silencio físico de los sonidos, en el que dura aún un sonido (es el sentido) de la pieza. La pieza musical es una duración, es un tiempo formado.

Y el azul formó un tiempo. 

Ahora que ese tiempo ha dejado de durar, su sentido se proyecta más allá, en una duración que no es arbitraria (como sí el tiempo arbitral de descuento en los deportes). Si no es arbitraria, es motivada. 

El azul formó un tiempo. Dio su modalidad a ese tiempo, lo concretó.

La densidad de ese tiempo, su espesor de sentido, se proyecta más allá del azul, que era su forma.

Está ocurriendo ahora.

Ese proyectarse la densidad de un tiempo que no tiene posteridad, que alcanzó su final, más allá de sus formas, se describe o se historiza como duelo.

En el duelo se cumple todo. Las valencias que se realizaron, las que no. El duelo es una saturación de valencias. Es una simultaneidad de posibles e imposibles. Los de este tiempo acabado, realizados todos.

 La perfección, como saturación, es inalcanzable por la duración que despliega sus formas: la perfección las trasciende. No hay entelequia. O, si se quiere, la entelequia es trascendente al límite. El duelo es una ilimitación del tiempo. Y el tiempo ilimitado es posterior al tiempo. 

Si lo pensamos como devenir verdad, este devenir verdad está en hiato con aquello de lo que deviene. Algo se cumple, algo queda exhausto en sus posibles, cuando sus propios posibles le son impropios, cuando no le casan, o le sientan mal, cuando desiste. Entonces existe, fuera de sí.

Lo azul formó el tiempo. Y ahora está fuera del tiempo.

Formar es un reparto de los lugares, una asignación de los lugares y de aquello que tiene lugar en los lugares.

Lo azul repartió los lugares. Y tuvimos lugar en ellos. Es decir que en ellos duramos. Esa duración en los lugares nuestra fue nuestra comunidad. Ahora nuestra comunidad está fuera del tiempo. Lo azul que nos formó está excluido, quizá mejor forcluido, de la duración. Ahora tiene lugar, o acaece, sin tiempo, desanclado de su venir.

No solo yo he llegado a un límite vital. Entendiendo, por “vital”, la duración. Es simultáneo este límite en quienes fuimos. De una simultaneidad lógica, durativa. Este momento posterior es, en quienes fuimos, por igual. Todos estamos en este duelo lógico.

No hay continuidad con lo que fuimos. 

 

La tarea que nos queda por separado es tejer un tiempo nuevo, donde no estaremos quienes fuimos. Nada garantiza que se teja. Tejido es una imbricación de inconsistencias que, no sabemos cómo, se sostienen, se entre-tienen, y así duran. Pero decir que tejemos un tiempo es decir que somos distintos del tiempo que anudamos, como quien hace un trabajo es distinto de lo obrado. En realidad, y en verdad, somos tenidos por el tiempo. Fuimos tenidos por el tiempo. Solo hay psiquismos ahora, no sujetos: no hay un tiempo que nos sujete. Ni es posible fabricar un tiempo. “La tarea que nos queda por separado es tejer un tiempo nuevo” significa solo que es lícito sobrevivir biológicamente. Porque quién sabe qué (quizá…) se tejerá después.